jueves, 19 de febrero de 2009

El orgullo proletario

—Hoy me sentí proletario.
—¿Cómo...? ¿Cómo puedes cambiar tanto de tema?
—Me sentí proletario, sentí de repente un instante de orgullo obrero.
»No sé por qué, pero hay ciertos momentos de mi vida que recuerdo como si fuesen secuencias de una película, y que ni siquiera sé por qué los retuve en su momento pero ahora, cada vez que pienso en una etapa de mi vida, me vienen siempre a la cabeza, y no sé, siento como si las resumiesen o fuesen... representativas. Por ejemplo, para mí pensar en los dos años que pasé en la residencia me recuerda un día que estaba... bueno, iba a freír patatas o algo así, y estaba pelándolas, completamente... debruzado contra el cubo de la basura, y concentrado en que todas las mondas cayesen dentro, y mirando fijamente a la basura porque en la habitación también estaba Jose, y estaba tirado en la cama, y se estaba tirando a su novia. No estaba tirándosela, estaba liándose con ella, pero el caso es que yo me concentraba en el cubo y en las mondas porque al lado estaba Jose el ingeniero perfecto con su vida perfecta y práctica y sin problemas y su novia que era estúpida pero perfecta para lo que Jose la quería, porque lo único que le importaba era que estuviese buena... Y pasé como diez minutos así, te lo juro, no voy a ser tan exagerado de decirte que recuerdo exactamente qué era lo que había dentro del cubo, ni de decirte que me... veía a mí mismo desde fuera... Pero sí, estaba al lado de la ventana y la luz estaba encendida, y yo pensaba: "La gente me ve desde fuera, hay alguien que pasa por debajo de la habitación y me está viendo", casi arrodillado y muy concentrado en que las mondas cayesen dentro de la bolsa... Porque la bolsa estaba dentro del cubo, pero no rodeándolo, ¿comprendes?, no enganchada, así que estaba medio cerrada porque alguna parte del borde de la bolsa se había vencido hacia dentro, y para mi Rialta es aquello, aquel cubo de basura, los dos años que viví con Jose son aquello... ¿lo entiendes?
»Y hoy, limpiando el váter mientras Miguel tocaba el piano en su habitación, ¿sabes? pensé que por mucho que lleven toda la vida diciéndome que soy muy inteligente, por mucho que todas las películas me digan que tengo talento; y me lo dicen, porque los protagonistas de las películas son gente genial sólo porque el guionista le manda a alguien decir "cuánto talento tienes, qué inteligente eres", pero en realidad nunca demuestran nada, son sólo cáscaras vacías para que nosotros podamos sentir que somos mejores que ellos y por tanto también nosotros tenemos talento. Pero el talento de verdad es tocar el piano como lo toca... y no me refiero a que lo haga bien o mal, que no tengo ni idea, si no a que lo toca leyendo de un libreto que tiene la portada en cirilico, y es del conservatorio de Leningrado, o de Stalingrado... eso es el talento.
—¿Y lo de sentirse proletario?
—Y si lo piensas son momentos simétricos, son momentos en los que de repente me pego una hostia contra la genialidad genuina de alguien y me siento tan sobrepasado por lo bien que toca el piano Miguel o en el caso de Jose por su manera de vivir fácil y sin dudas y de tener la vida que se supone que todos queremos tener, que me doy cuenta de que la única manera de comportarse dignamente es eso, ser un proletario, un obrero, y dejarlo todo limpio y no molestar y tirar las mondas de las patatas dentro del cubo.
Te juro que hoy limpiando el váter me sentí estajanovista y sentí que el trabajo me dignificaba y me sentí orgulloso de hacer cosas con las manos, y me he tirado cerca de dos horas frotando como si estuviese trabajando la piedra, que es ridículo lo brillante que lo dejé, porque al fin y al cabo es el váter, pero estuve dos horas y habría seguido, habria pulido la piedra con el estropajo pero se me echó el tiempo encima y me tuve que venir corriendo para acá.

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